¿Quién no tiene miedo a algo, por ejemplo, temor ante una situación desconocida o a sufrir dolor física o emocionalmente? Creo que muy pocas personas pueden contestar que no a esa pregunta. Suertudos ellos. Yo tengo miedos, muchos y, según me voy haciendo mayor, siento que tengo más. Qué horror. La verdad es que es un sinvivir, para mí y sobre todo para el pobre de mi marido. Porque yo soy de las que me desahogo quejándome. ¡Ay, pobrecito mío!
Vale, reconozco que soy una
agonías. Angustias me han dicho alguna vez que debería llamarme. No me hubiera
ido mal el nombre, qué va. Lo malo de ser así es que corres el riesgo
de entrar en un círculo vicioso en el que el más mínimo problema se convierte
en la mayor de las preocupaciones. Y cuanto más nerviosa estás, más te afecta
todo, y viceversa. Vamos, la pescadilla que se muerde la cola. ¿Y cómo
se sale de eso? Que me relaje, me suelen decir. ¡Ja! Como si fuera tan fácil.
Sé perfectamente que cuando algo me angustia tengo que relajarme, distraer la
mente, pensar en otras cosas… bla, bla, bla... Pero precisamente porque ese algo me preocupa,
soy incapaz de dejar de pensar en ello.
Ayer tenía que hacerme una prueba
médica a la cual iba bastante nerviosa, más por desconocimiento que por otra
cosa, que dolerme sabía que no me iba a doler. Llego al sitio y el siempre tan
amable personal de Osakidetza, en vez de tratarme con un poquito de consideración,
que viéndome nerviosa hubiera sido lo suyo, me empieza a meter prisa, ya que
era la última de la mañana. Yo expliqué que estaba muy nerviosa y que me
dejaran relajarme un poco. Pues ahí que viene la enfermera con una inyección en
la mano dispuesta a pincharme. Y mira que las agujas no me dan miedo, siempre y
cuando no las mire, ni tan mal. Yo desvistiéndome y la enfermera, que debía de
tener mucha prisa por irse a comer, erre que erre con la dichosa inyección. Y
yo que no, que me deje relajarme. Al final me hizo caso y se marchó, torciendo
el gesto, eso sí.
Una vez puesta la inyección y a
punto de empezar la prueba, “ay mujer, que esto no es nada”, me decían. “Pues
no será nada para ti”, pensaba yo, “yo estoy cagada de miedo”. Ellos están
acostumbradísimos a hacer eso a diario y saben que no es nada, pero a quien no
se lo ha hecho nunca y, además, es tan aprensivo como yo, pues se le pone el
corazón a mil por hora. Boca seca, temblor de piernas, y el corazón saliéndoseme
del pecho. Así empecé la prueba. Veinte minutos después estaba fuera y tan
tranquila. Como me habían dicho, no había sido nada, pero eso lo supe después,
antes de empezar no me hubiera fiado ni de mi padre.
Salí enfadada e indignada. ¡Éstos tienen el tacto en el culo!, pensaba. No es la
primera vez que voy a un médico más nerviosa de lo que ellos entienden como “normal”
y tengo que aguantar prisas, malas caras o el típico “ay chica, tranquila”.
¿Acaso creen que si pudiera estar tranquila estaría allí al borde de la
taquicardia? Insensibles de mierda. Esto pasa más en Osakidetza, que como
vamos “gratis” parece que les fastidia y que no pueden ser amables. Que probablemente el médico al que vas pagando se esté cagando
en todos tus muertos igualmente, pero al menos lo disimula y pone buena cara. Eso
ayuda cuando vas a una consulta acojonada, un poquito de comprensión, por favor. Y que expliquen bien
las cosas, con paciencia. Yo que cuando estoy nerviosa soy de preguntar lo
mismo cinco veces seguidas, pues entiendo que al médico le puede llegar a
desesperar un poquito, pero es lo que hay, evidentemente no lo hago por
fastidiar, que parece que es lo que piensan algunos. Además de tratar enfermedades, los médicos también tienen que saber llevar al paciente con un
poquito de mano izquierda. Deberían. Tanto en la sanidad pública
como en la privada habrá de todo, no quiero generalizar, aunque por mi
experiencia podría, la verdad.
Ojalá fuera sencillo controlar los
miedos, poder respirar y calmarnos en los momentos de angustia. Algunas veces lo es, pero otras muchas no. La mayoría, diría yo. Porque cuando algo te da miedo, te da miedo y punto. Lo que para mí puede ser la mayor tontería del mundo es
probable que a ti te ponga de los nervios. Y yo puedo estar histérica ante
algo que a ti te provoque risa. Habría que comprenderse ¿no? Pues no, no lo hacemos. ¿Por qué la gente no entiende esto? ¿Por qué
muchas veces criticamos o menospreciamos los miedos de otra persona? ¿Por qué
nos cuesta tanto tener empatía con los demás? En fin, que el miedo es libre y
sobre todo es irracional, así que aprendamos a comprender y respetar incluso lo
que no entendemos, que todos tenemos lo nuestro.
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