viernes, 23 de agosto de 2013

La maldición de los incencios en verano

Verano es igual a sol y temperaturas altas, altísimas en algunos lugares. Y más sol. Así día tras día. Son las condiciones idóneas para los incencios. Muchas veces suceden por imprudencia de dejar una botella tirada o arrojar una colilla en el monte pero, en otras muchas ocasiones, demasiadas, porque a algún loco no se le ocurre nada mejor que hacer que prender fuego a una montaña. ¿Por qué? Quién sabe. Ignoro si estas personas son conscientes de las consecuencias de sus actos o si no piensan lo que hacen. Quiero creer que es lo segundo, que son gente enferma y que lo hacen desde la más absoluta de las inconsciencias. Aunque me da que en muchas ocasiones lo único que les mueve es fastidiar. 

En los últimos días ha habido varios incendios importantes. En Ourense por ejemplo, han ardido, entre otras, dos grandes superficies de monte, habiendo tenido que desalojar a multitud de vecinos y teniendo en vilo tanto a la población como a los bomberos y autoridades. Entre los dos incendios se ha quemado una superficie equivalente a ciento cincuenta campos de fútbol. Una gran catástrofe, sin duda, que la policía cree obra de pirómanos. Algunos puntos de Madrid, Castilla y León, Castilla-La Mancha o Mallorca también están siendo o han sido recientemente pasto de las llamas. Cientos de personas movilizadas, ayudando, preocupadas, pero dándo todo de sí para acabar con el fuego cuanto antes. Cosa que en ocasiones sucede transcurridos varios días.

La multitud de incendios que se dan en la temporada estival supone un gasto enorme, dado el amplio despliegue necesario para su extinción. Helicópteros, bomberos, policía... todo lo que haga falta para conseguir apagarlos. Pero ¿quién costea semejantes movilizaciones? Evidentemente se paga con dinero público, ya que son los servicios públicos los que se hacen cargo del problema. Algo injusto en el caso de los fuegos provocados. Es probable que un pirómano termine en la cárcel si lo pillan, pero dudo mucho que le condenen a pagar los costes de la extinción del incencio que ha provocado. Y aunque le multaran, con declararse insolvente asunto solucionado.

El Código Penal español, en lo referente a los incendios forestales, castiga al pirómano con entre diez y veinte años de prisión si se ponen en peligro vidas humanas, y entre uno y cinco años si no se ve amenazada la integridad física de las personas. O sea que alguien que provoca la quema de una gran superficie, pero no pone en peligro la vida de nadie, puede estar tranquilo porque es probable que solo le caiga un año de cárcel y a lo mejor, si ha sido bueno en el pasado, no llegue ni a ver la celda. ¿Por qué no se castigan más duramente este tipo de acciones que destrozan tantos y tantos paisajes cada verano? ¿Por qué las leyes españolas -no me cansaré de decirlo- son tan blandas? Es tristísimo ver cómo todos los años arden cientos de hectáreas de montes. Montes que nos dan la vida y que, por desgracia, algunos se empeñan en destruir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario