martes, 20 de agosto de 2013

Dependientes con cero profesionalidad

Hay gente que parece que no le gusta trabajar. Bueno, seamos sinceros, casi nadie trabaja por gusto, pero quien tiene la suerte de tener un empleo, debería molestarse en cuidarlo y realizar sus funciones lo mejor posible, le guste o no lo que hace. En concreto me refiero a quienes trabajan de cara al público. Qué rabia me da entrar en un comercio -tienda, bar, etc.- y que los empleados no me traten bien. Con esto no quiero decir que me hagan la ola ni que me alaben, pero un mínimo de interés, qué menos. Porque hay lugares en los que llegas y te sientes invisible, ni siquiera un "hola, buenos días" o "¿en qué puedo ayudarle?". Así empezamos mal. Mucho me tiene que gustar algo para que termine comprando allí porque, lo reconozco, si los dependientes no demuestran un mínimo de modales me encabrono, no puedo evitarlo.

Cuando hablo de modales no me refiero a la famosa frase "el cliente siempre tiene la razón", porque no creo que sea así, quiero decir que se debe saludar cuando alguien entra por la puerta, ofrecerle ayuda, que sepa que hay una persona ahí en caso de necesitarla. Hay muchísimas tiendas -sobre todo las que son muy grandes- en las que cuesta Dios y ayuda localizar a un vendedor para consultarle algo. Y no me refiero a que estén ocupados y haya que esperar, que eso es normal, sino a cuando te recorres la tienda en busca del vendedor perdido, y te lo encuentras cuatro secciones más allá, hablando con su compañero/a. Y cuando les llamas te echan una miradita que parece que tienes que sentirte culpable por haberles interrumpido. Sin comentarios.

Esto de hablar entre compañeros de trabajo sucede mucho. Me ha pasado varias veces en la caja del supermercado, mientras espero mi turno, que la de delante mío y la cajera -que se conocen- se cuentan sus cosas e incluso siguen charlando mientras ya es mi turno. Con lo cual, la cajera me atiende y me cobra mientras habla con su amiguita, sin decirme "hola", "gracias" e incluso casi sin mirarme a la cara. Eso sí, yo me he enterado de la vida de las dos. También en algunas tiendas de ropa es muy habitual escuchar cómo las empleadas hablan entre sí y se cuentan su vida mientras cobran. Qué digo yo que a mí qué me importa cuándo coge la gente las vacaciones o con quién dejan este año al niño. Son cosas que dan muy mala imagen.

Hablando de mala imagen, el aspecto de los comercios también es algo que debería cuidarse muchísimo. Hoy mismo he ido a una tienda de muebles en la que viendo la hierba que bordeaba la entrada parecía que daba acceso a la mismísima selva. No podía estar más descuidada, al igual que las banderas que ondeaban junto al parking, descoloridas y roñosas a más no poder. Un lugar así no invita a entrar y si decides hacerlo y encima el trato que recibes no es el correcto, apaga y vámonos. Que tenga que ir yo a buscar a un empleado hasta la otra punta de la tienda me pone de muy mala leche. No digo que me sigan como en una tienda de chinos, pero al menos debería haber personal por el local por si los clientes necesitan algo. Si no veo que se interesen en que les compre nada, me marcho sin comprar.

Creo que para trabajar de cara al público hay que tener un carácter especialmente afable y ser paciente. No debe ser fácil tratar con determinadas personas y estoy segura de que hay clientes a los que apetecería dar una patada en el culo. Por eso estoy convencida de que no todo el mundo vale para ese puesto, yo misma creo que no aguantaría ni dos telediarios. Por eso digo que este tipo de trabajos requieren de personas que sean capaces de ponerse una sonrisa en la cara, aunque a veces sea falsa porque no tienen un buen día, personas que sean amables, educadas y atentas con los clientes. Por dar una mala atención se puede perder una venta y un cliente para siempre. Y al contrario, un trato amable puede hacer ganar fieles clientes. Personalmente, si algo me gusta y además me tratan bien, repito sin duda.

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